Europa 451 : Choque de trenes entre Estrasburgo y Bruselas para quedarse con el Parlamento Europeo
Este nuevo informe cuestiona la credibilidad de otro inmediatamente anterior, presentado por el vicepresidente de la Eurocámara Edward McMillan Scott en 2011 y titulado “A tale of two cities” . Los dos principales golpes se centran en el coste anual del edificio alsaciano y en su huella ecológica. Si el británico elevaba la factura anual a 203 millones de euros, los jóvenes emprendedores la sitúan en 51 basándose en cifras oficiales del propio Parlamento Europeo. A lo que añaden que la generación de CO2 en el inmueble de Estrasburgo es de 4.200 toneladas, en vez de las 19.000 señaladas por el británico. Y es que tras las obras de acondicionamiento realizadas por el Estado francés, la sede de Estrasburgo ha rebajado su producción de CO2 en un 57%, casi cinco veces más que Bruselas. El informe, por último, demuestra que el 80% de los costes son fijos e independientes de la sede que se escoja.
En el nombre del planeta y del bolsillo del contribuyente
En 2006, y a propuesta de un ciudadano austriaco, la entonces eurodiputada sueca del grupo de los Liberales Cecilia Malmström lanzó la One Seat Campaign, en la que concitaba todos los argumentos y pulsiones propios de la ideología que defiende para recabar apoyos a favor del cierre del Parlamento Europeo en Estrasburgo y su centralización en Bruselas. Ahorrar dinero público, tiempo de trabajo y energía en desplazamientos eran sus principales argumentos. Hoy, Malmström es Comisaria Europea y rechaza entrar en cualquier polémica sobre este asunto. Entonces, la campaña le valió para darse a conocer entre la opinión pública de su país, justo antes de convertirse en Ministra de Asuntos Europeos de Suecia. |
la sede de Estrasburgo ha rebajado su producción de CO2 en un 57%, casi cinco veces más que Bruselasla campaña le valió para darse a conocer entre la opinión pública de su país, justo antes de convertirse en Ministra de Asuntos Europeos de Suecia |
En primavera de 2011, McMillan Scott dio un nuevo impulso a la ofensiva contra Estrasburgo, generando más apoyos –incluso el del gobierno del Reino Unido y el del Primer Ministro de los Países Bajos-. Como primer resultado se ha apuntado un tanto de gran importancia simbólica: una reordenación de la agenda del Parlamento en 2012 y 2013 para que en octubre de ambos años, en vez de reunirse en sesión plenaria en Estrasburgo lo haga en Bruselas. Un éxito táctico logrado en votación secreta, y cuya intención es acostumbrar a los diputados a no tener que ir a la capital del Rin. De momento, Francia ha llevado la decisión ante los tribunales argumentando que tiene por objeto conculcar el espíritu de los tratados al suprimir una de las 12 sesiones plenarias reglamentarias en Estrasburgo.
En estos años, numerosos parlamentarios ecologistas también han apoyado la moción por entender que esta doble sede del Parlamento Europeo no da ejemplo de ahorro energético y lucha contra el cambio climático. Su jefe de filas, Daniel Cohn-Bendit, propone que en el moderno edificio de Estrasburgo se instale una universidad de estudios europeos con capacidad para 20.000 estudiantes.
Incluso la Unión de Jóvenes Federalistas europeos apoyó en 2006 la iniciativa, sin percatarse de que una centralización de instituciones en Bruselas es contraria a los principios de federalismo progresivo sobre el que se está construyendo la unión política europea. “La triple localización del Parlamento Europeo”, reaccionan los defensores de Estrasburgo liderados por el consultor Pierre Loeb, “refleja el principio de diversidad geográfica de las instituciones de la UE”. |
Daniel Cohn-Bendit propone que en el moderno edificio de Estrasburgo se instale una universidad de estudios europeos con capacidad para 20.000 estudiantes |
La democracia tiene un precio
La sede del Parlamento europeo no la deciden los europarlamentarios, sino los tratados de la Unión, y estos son claros: las sesiones plenarias se desarrollan en Estrasburgo, capital parlamentaria de Europa. La democracia y su eficaz funcionamiento tienen un precio económico, una factura que abonar a fin de mes. Sin duda es mayor que el de una dictadura cuya actividad política fuera casi nula. En el caso de la democracia europea -un modelo único de construcción progresiva de democracia continental- los enemigos del gasto público han contaminado la vida del Parlamento Europeo en todos los sentidos. Están haciendo olvidar que la democracia tiene un precio que merece la pena pagar. La cercanía de las instituciones de la democracia europea para con sus ciudadanos depende también de su dispersión territorial. El Tribunal Europeo se halla en Luxemburgo, el Banco Central en Frankfurt, el Tratado es “de Lisboa”, la Agencia europea de Marcas tiene dirección en Alicante y la Agencia europea de Medio Ambiente, en Copenhague. Esto no solamente facilita el contacto, sino el que ciudadanos de toda la UE puedan trabajar en sus instituciones sin tener que convertirse en perennes exiliados. |
ciudadanos de toda la UE puedan trabajar en sus instituciones sin tener que convertirse en perennes exiliados |
Los detractores de Estrasburgo, no obstante, tienen donde ir a buscar sus argumentos. La capital alsaciana es una ciudad poco accesible desde el extranjero. A la ausencia de un aeropuerto con fiscalidad competitiva y compañías low-cost, se suma la falta de una conexión directa por alta velocidad con Bruselas. No es culpa de Francia, que hace cuatro años inauguró su nueva línea París-Estrasburgo con trenes que realizan el trayecto en dos horas y alcanzan los 350 kilómetro hora, tras una inversión multimillonaria.
El problema está en que Bélgica no quiere poner un céntimo en una línea de alta velocidad directa entre Bruselas y Estrasburgo. Detrás, ve una inversión costosa con poco retorno económico que beneficiaría más al este francés que al Estado belga. Pero lo verdaderamente contradictorio es que la Comisión Europea acaba de presentar una propuesta de financiación de 10 corredores de transporte prioritarios de aquí a 2020 y no ha incluido este eje a todas luces transnacional que resolvería la vertebración geográfica de las instituciones de la UE.
Ahora bien, ¿cómo resolver el asunto del alojamiento? En esta cuestión los autores del nuevo estudio denuncian una cierta hipocresía por parte de los detractores a Estrasburgo. “Es paradójico constatar que los eurodiputados que se quejan de sus desplazamientos a Estrasburgo no dudan en multiplicar sus viajes a ciudades distintas del lugar de trabajo para celebrar reuniones de los grupos políticos.”
Según constatan los jóvenes emprendedores europeos, las principales víctimas de la falta de alojamiento o la mala calidad de los hoteles en Estrasburgo son los asistentes parlamentarios, a quienes no les llega con la asignación que reciben para el desplazamiento. Hasta tal punto es grave la situación que la tendencia actual es a que crucen el Rin y se alojen en hoteles en la ciudad alemana de Kehl, en donde el servicio es apreciado como “irreprochable” frente al “deplorable” servicio que los entrevistados lamentan en Estrasburgo.
Choque de trenes
Los miembros de AEJE denuncian en su informe que los detractores de Estrasburgo “son pocos” pero duros de roer debido a que cuentan con apoyo financiero y ayuda de la prensa anglosajona en general y de numerosos lobistas de gran experiencia. Lo que también salta a la vista es que las peticiones y consejos expuestos en la visión de este informe se corresponden punto a punto con las tradicionales exigencias de la ciudad de Estrasburgo para asegurarse el mantenimiento de la sede europarlamentaria. Qué decir de la evidencia de que AEJE es de momento una organización con sede en Francia. Sus fuentes de financiación son, además de las cotizaciones de sus asociados, ayudas públicas francesas.
Todo un choque de trenes entre dos clásicos gallos en el corral europeo. Los franceses, que siguen reclamando un protagonismo en la estructura institucional europea, y los ingleses que, apoyados por su primer ministro David Cameron, desean seguir alimentando el euroescepticismo de su población y de las nuevas generaciones de europeos del Este y del Norte, poco sensibilizadas con la historia de la construcción de la UE.